La Tensión entre la Justicia de Dios y la Redención del Hombre


Dios les dijo a nuestros primeros padres que si comían del árbol prohibido morirían, ellos lo hicieron y como consecuencia sufrieron muerte espiritual, de ahí en adelante, no solo ellos, sino también su postrimería sufrió el castigo por sus pecados. El estándar de justicia de Dios demanda una obediencia perfecta a Su ley, cosa que no hicimos en Adán ni tampoco mientras vivimos, por eso somos justos merecedores del infierno; pero tan cierto como esto es el hecho de que algunos serán librados de ese castigo y disfrutarán de vida eterna junto a Dios. ¿qué pasó entonces? ¿acaso Dios rebajó Su justicia? ¿se arrepintió Dios del castigo que dijo que haría? ¿será que Dios sobrepuso su amor por encima de su justicia de modo que la tergiversara? ¿es justo o injusto lo que Dios hizo?

En el presente artículo se abordará esta tensión que se presenta entre la justicia de Dios y la redención del creyente y se demostrará que, contrario a lo que muchos piensan, la redención del creyente no rebaja la justicia de Dios, sino que la vindica.

I. ¿Qué es la justicia de Dios?

Si se ha de entender cómo la justicia de Dios es expresada en la redención del hombre, es menester describir brevemente qué es este atributo divino.

Tenemos declaraciones en la Biblia que dicen que Dios es justo (Esd.9:15). Las palabras que se utilizan para hablar de justicia en las Escrituras denotan rectitud tanto física (un camino derecho) y moral (una persona correcta). “En español los términos rectitud y justicia son palabras diferentes, pero en el Antiguo Testamento hebreo y en el Nuevo Testamento griego hay sólo una palabra detrás de estos dos términos castellanos”[1]. En un sentido más aplicativo, que Dios sea justo implica que todo lo que él hace es recto, ninguna de sus obras tiene un ápice de desviación.

Podemos entender la justicia de Dios con la siguiente definición dada por Wayne Grudem “La justicia de Dios quiere decir que Dios siempre actúa de acuerdo con lo que es recto y Él mismo es la norma final de lo que es recto”[2]. Inherente a la justicia de Dios es Su función como juez de toda la tierra. Dios no solo es uno que hace lo recto, además, Él recompensa conforme a las obras de cada uno, así puede premiar la rectitud y castigar la desobediencia. Por ser un juez justo, Dios da a cada uno lo que se merece, no obstante, la justicia propiamente hablando es mayormente entendida y manifestada en relación con el castigo que Dios da por el pecado. “Se dice que la bondad se manifiesta en el otorgamiento de lo bueno, y la justicia en infligir castigo”[3].

II. La Tensión presentada

Si Dios es recto y hace lo recto, y el hombre es malo y hace lo malo, lo justo es que Dios lo castigue y lo envíe al infierno. Cierto es que Dios hace esto con muchos, pero no con todos; algunos, aunque son igualmente malos, se van al cielo y disfrutan de vida eterna junto a Dios, lo cual parece ser injusto. Esta es la duda que buscamos despejar y la que llevó al teólogo escolástico Anselmo de Canterbury a preguntarle a Dios:

¿Cómo perdonas a los malos si eres total y sumamente justo? ¿Cómo tú, total y sumamente justo, puedes hacer algo que no es justo? ¿Qué justicia es esta de dar la vida eterna al que merece la muerte eterna? ¿En virtud de qué, Dios bueno, bueno para buenos y malos, en virtud de qué salvas a los malos si esto no es justo; tú que no haces nada injusto?[4]

Cualquier cristiano sencillo, pudiera enfrentarse a esta tensión y responder: ¡la salvación es por gracia! aunque esa respuesta es válida no disipa la tensión entre la justicia de Dios y la redención del creyente. Otro cristiano pudiera decir “Dios no me pagó con justicia, sino que me dio Su misericordia”, tal frase sigue dejando en tela de juicio la justicia de Dios que debe ser vindicada en el castigo debido por el pecado. Peor aún, alguien pudiera tratar de escapar del asunto solo diciendo que Dios es Dios y que Él puede hacer lo que quiera, pero Dios no dice algo y luego cambia de parecer, eso también sería injusto.

Esta tensión se agranda más cuando leemos versículos en los que Dios mismo condena el no castigo de los pecadores y demanda la debida retribución por el mal hecho:

1. Dt.25:1 Si hubiere pleito entre algunos, y acudieren al tribunal para que los jueces los juzguen, éstos absolverán al justo, y condenarán al culpable. Dios mismo mandó a castigar al culpable, pero tenemos que a algunos los absolvió. La conclusión lógica de este pasaje es Dios obró injustamente en la redención de ellos.

2. Pr.17:15 El que justifica al impío, y el que condena al justo, Ambos son igualmente abominación a Jehová. Puesto que Dios justificó al impío la conclusión lógica de este pasaje es que Dios es una abominación de Él mismo.

Sin embargo, vale la pena seguir enfatizando que la Biblia sostiene de principio a fin que Dios es justo (Ap.15:3; 16:5, 7). Necesitamos despejar y poner fin a esta tensión. Cómo fue que Dios absolvió al culpable y justificó al impío y aun seguir siendo perfectamente justo.

III. La Tensión Despejada

Si al cielo entraran personas injustas, la justicia de Dios sería cuestionada, pero el punto es que al cielo no entra ningún injusto ¿por qué? Porque Cristo vino a la tierra y vivió la vida perfecta en nuestro lugar y nos revistió con esa justicia la cual Él ganó para cada uno de los que irán al cielo.

Para explicar lo dicho anteriormente se debe tener presente que Jesús vino a cumplir la ley y toda justicia (Mt.3:15; 5:17). Jesús vivió la vida perfecta, Él no cometió ni un solo pecado y fue en una transacción legal que Dios nos otorgó esta justicia cuando creímos. En Ro.5:18 dice que “por la transgresión de uno (Adán) vino la condenación a todos los hombres” y luego compara esta transacción o imputación con la justicia que nos fue otorgada por la obediencia de uno (Cristo). El versículo siguiente utiliza un lenguaje forense cuando usa la palabra “constituidos” que es un término que se refiere a establecer a alguien sin necesidad de méritos propios.

Dios no ingresa al cielo a pecadores, esto sería injusto; sino que Él como el soberano juez reviste con la justicia perfecta de Cristo a todos aquellos que entrarán en comunión con Él para que sean aptos para disfrutar de la vida eterna a Su lado. Esto es muchas veces ignorado en el entendimiento del evangelio que tienen muchos cristianos, para ellos el evangelio es simplemente “Cristo murió por ti” pero si eso fuera el todo del evangelio, entonces Cristo pudo haber muerto siendo un bebé recién nacido o haber descendido del cielo directamente a la cruz siendo un adulto y morir inmediatamente. Pero no fue así, Él anduvo entre nosotros y vivió, para dejar testimonio de que Él era justo y ganar justicia para nosotros.

En teología esto se conoce como la obediencia activa de Cristo, es decir, el cumplimiento positivo que hizo de todos y cada uno de los mandamientos de Dios. Cristo cumpliendo las demandas de la ley activamente en nuestro lugar.

IV. La Tensión destruida

El lector podrá notar que la tensión no se ha acabado del todo, solo ha sido despejada un poco con la explicación del punto anterior. Hasta ahora nos queda claro que Dios no cometió una injusticia al dejar entrar a pecadores al cielo ya que estos pecadores fueron revestidos con la justicia perfecta de Cristo, pero ¿y el castigo por el pecado?

El problema del hombre no era solo que no tuviera una justicia que le permitiera entrar al cielo, si este fuera todo el problema del hombre, él pudiera quedarse viviendo en la tierra eternamente y solo anhelar ese mejor estado celestial. Pero su problema es que ha pecado contra Dios, ha desobedecido en cada punto de la ley que el justo Dios ha puesto, y lo único que le espera por este terrible acto de rebeldía es el castigo eterno en el lago de fuego. El hombre pecó y debe pagar, si no hay un castigo por sus pecados entonces la justicia de Dios no ha sido vindicada. Con la muerte de Cristo la tensión entre la justicia de Dios y la redención del creyente es destruida y por el contrario, haya su máxima expresión.

Toda la ira de Dios por nuestros pecados fue descargada en la persona de Jesucristo y así la justicia de Dios fue propiciada y vindicada. El texto que por excelencia habla de eso es 2Co.5:21 “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” lo que este texto significa es que, en el momento de la cruz, Dios el Padre cargó todos los pecados en Su Hijo, y lo castigó como si hubiera cometido cada pecado, no que Cristo se haya vuelto un pecador, sino que todos los pecados le fueron imputados a Él y llevó el castigo que el pecador merecía (Ro.5:18-19). En la cruz se dio el pago por todos los pecados cometidos y por cometer, tal fue el castigo que Cristo llevó, sufrió inocentemente por los pecados de otros.

Ahora bien, hasta este punto es claro que Dios no hizo nada injusto porque sí hubo un pago, pero qué en cuanto a eso de “máxima expresión” parece que se va muy lejos al decir que la justicia de Dios halla su mayor expresión en la redención del creyente. La respuesta está en Romanos “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. (Ro.3:24-26). Explícitamente aquí se dice que la redención efectuada en Cristo manifestó la justicia de Dios. Ningún acto de Dios en el Antiguo Testamento dejó ver tanto su justicia como lo hizo “en este tiempo” cuando Jesús derramó toda su sangre en la cruz del calvario.

El término que se usa en teología para hablar de este aspecto de la obra de Cristo en su muerte es obediencia pasiva, se debe aclarar algo de este término como lo hace John Murray

Obediencia Pasiva no significa que Cristo fue pasivo en todo lo que hizo, la víctima involuntaria de una obediencia que le fue impuesta. Es evidente que cualquier concepto de esta clase contradiría el concepto mismo de obediencia. Y se debe declarar con firmeza que incluso en sus sufrimientos y muerte nuestro Señor no fue el receptor pasivo de aquello a lo que fue sujetado[5].

Seguido a todo esto, la resurrección de Cristo es vista como un testimonio de que la ira de Dios fue satisfecha y que Su obra fue aceptada por el Padre. “el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Ro.4:25). Este texto claramente enseña que la resurrección de Cristo fue un testimonio público de que ahora nosotros somos justificados porque todo lo que Él hizo fue acepto por el Padre. Si Cristo no se hubiera levantado de la tumba se concluiría que su obra no fue suficiente, pero Él se levantó y está entronizado a la diestra del Padre en donde nos representa para siempre, Su justicia es nuestra. Dios el Padre no nos ve a nosotros, sino que ve la justicia de Cristo, nos ve en Cristo.

Que la justicia de Dios sea descargada en Cristo y no en los creyentes es un acto de misericordia, pero no de injusticia. Los perdidos reciben justicia, los salvos, misericordia, pero nadie recibe injusticia. De hecho, en un sentido, los salvos sí reciben justicia, solo que la recibe Cristo en lugar de ellos. Si se lleva la doctrina de la sustitución a niveles más altos, se puede concluir que en verdad los creyentes recibieron justicia en la persona de Cristo, sí sufrieron un castigo en Cristo, pero no en ellos directamente.

Conclusión

Un entendimiento correcto de la justicia de Dios y lo que esta implica para el estado eterno del pecador requiere una explicación de cómo Dios puede salvar al hombre sin que su justicia sea cuestionada. Esa tensión y hasta aparente contradicción haya total respuesta en la obra que Cristo hizo por los perdidos. Él los representó en su vida y en su muerte, viviendo una vida perfecta en lugar de ellos, ganando justicia y otorgándoselas gratuitamente por medio de la fe. Además, Jesús sufrió el castigo por los pecados que ellos merecían, murió en lugar de ellos y ahora los pecadores se hacen partícipes de Su muerte por medio de la misma fe. Así que cuando alguien pone su fe en Cristo, participa de su vida y de su muerte; obtiene la justicia necesaria para entrar al cielo y la ira de Dios que ha estado sobre él queda satisfecha.

A nadie se le hubiera ocurrido un plan más asombroso, por eso con toda certeza podemos decir que en vez de que Su justicia quedara rebajada en la salvación, por el contrario, la justicia de Dios es vindicada y halla su máxima expresión en la redención del creyente.



[1] Wayne Grudem, Teología Sistemática. Trad. Por Miguel Mesías, José Luis Martínez y Omar Díaz de Arce (Miami, FL.: Vida. 2007) Pág.210

[2] Ibi. Pág.210

[3] Charles Hodge. Teología Sistemática Tomo I. Trad. Santiago Escuain (Barcelona: CLIE, 1991) Pág.301

[4] Anselmo de Canterbury. Proslogion. trad. de Judit Ribas y Jordi Corominas (Madrid:

Tecnos, S.A., 1998) Pág.22.

[5] John Murray. La Redención Consumada y Aplicada. Trad. Humberto Casanova (Gran Rapids, Michigan: Libros Desafío, 2007) Pág.22

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