Hace pocos días mi pequeña hija Abby cumplió su primer añito y reflexionando a través de este tiempo en mi rol de padre he experimentado cosas que me han hecho apreciar de manera práctica algunas enseñanzas de la Biblia.

Quise escribir este artículo para compartir mis reflexiones y también para animar a los padres (y a los futuros papás) a ver a Dios en el desempeño de su rol. Ser papá debe ser diferente en la cosmovisión cristiana, nuestra perspectiva y desempeño del rol no debe ser vista como algo meramente terrenal.

Dios es Padre, nosotros los varones también (no así las mamás), esto debe ser usado por nosotros como un plus para ver más a Dios en la crianza de los hijos. Lo que haré a continuación es contar algunas breves experiencias en la crianza de mi hija y compararlas con la relación que tenemos con la primera persona de la Trinidad, nuestro Padre celestial.

Una nota aclaratoria: Hay que guardar las proporciones en las comparaciones que se van a hacer. Dios es Dios, y yo soy un simple hombre.

La Justificación (Simul Justus et Peccator)

La Justificación es una doctrina en la cual Dios nos declara justos y entonces ahora sí somos aceptos delante de Él (Ef.1:6). Dios jamás tiene ni tendrá comunión con un pecador, por eso Él tiene que revestirnos de la justicia de Cristo para que ahora sí nosotros nos podamos acercar a Él. No obstante, no hay que se muy inteligente para saber que hay una paradoja entre lo que Dios dice de nosotros “justos” y lo que nosotros hacemos “pecadores”, a esto Martín Lutero le llamaba Simul Justus et Peccator que traduce “simultáneamente justo y pecador.

En mi hija he experimentado esta doctrina en el sentido que ella para mí es muy amada; como típico papá digo que ella es la mejor bebé del mundo, la más juiciosa, etc., pero por supuesto que una cosa es lo que yo digo y otra lo que ella hace. No siempre actúa de acuerdo a lo que yo digo.

Seguido a esto ha habido situaciones en las que pese a lo bebé que es tiene actitudes que me enojan contra ella y ha sido necesario corregirla, pero por supuesto que nada de esto le quita la filiación de hija ni me hacen dejar de decir que es la mejor. Algo semejante es con nuestra justificación, Dios ya nos ha aceptado y nos ve como justos, pero, aunque nosotros no nos comportemos de acuerdo con eso, Él no nos quita su justicia porque no es la nuestra, sino la de Cristo. En esto último hay una marcada diferencia entre mi hija respecto a mí y yo respecto a Dios. Dios me ha dado la justicia de otro (de Cristo), en cambio mi hija lleva su propia justicia, Dios no cambia lo que dice de mí porque Él ve a Cristo y no a mí, en cambio yo solo veo a mi hija y por eso en algunas ocasiones como padres podemos terminar por aceptar que tenemos malos hijos. Por el puro amor de padre sigo diciendo que es la mejor bebé, pero si soy objetivo y sincero debo admitir que eso no es tan cierto como digo. Pero no así con nuestra justificación. Dios no nos mira a nosotros, mira a Cristo, y la justicia de Él es perfecta, por eso jamás seremos menos o más justos, sino perfectamente justos por la fe en Jesucristo quien vivió la vida perfecta por nosotros y nos representa delante del Padre.

El Cuidado Paternal

Desde que llegó nuestra hija, mi esposa y yo quisimos entrenarla para que aprendiera a estar sola sin que siempre tuviera que estar cargada, para eso nos aconsejaron no cargarla cada vez que llorara, sino dejarla llorar un poco, pero consentirla y tocarla de tal forma que ella supiera que sus papás estaban cerca. Hicimos tal proceso y creo que conseguimos buenos resultados, nuestra hija es un poco independiente, puede estar en el suelo sin requerir que todo el tiempo la tengamos cargada y puede ser cargada por distintas personas sin ningún problema (por supuesto que como típica bebé también llora para que la carguen, me refiero a que no todo el tiempo como algunos bebés que a las madres les toca hasta cocinar con ellos cargados). Independientemente de lo que pienses de este proceso quiero detenerme en el hecho de que hubo veces en que mi hija lloraba y yo estaba ahí cerca de ella, ella quería algo que la angustiaba pero yo estaba ahí; entonces reflexionaba que no es muy distinto lo que Dios hace con nosotros; hay ocasiones en las que pasamos por diversas situaciones que nos angustian, preocupan y nos hacen llorar, pero debemos saber que Dios está ahí como un Padre que quiere formar algo en nosotros. La gran diferencia entre Dios y yo es que Él es perfectamente sabio. Creo que hubo veces en que mi hija no quería que la cargaran, sino que le diera de comer, así que innecesaria e injustamente la sometí a una prueba, pero debemos saber que Dios cuando nos pone en una situación es para formar algo puntual, Él no está ensayando con nosotros. Nuestro Padre celestial está ahí cerca de nosotros cuando sentimos que el mundo se nos está viniendo abajo.

Si no le enseñábamos eso a Abby ella iba a llorar más veces por las tantas ocasiones en las que no podría ser cargada, así que eso que le estábamos negando iba a ser mejor para ella.  Pensemos en cuántas veces estamos pidiendo cosas a Dios y Él no nos las da porque quiere un bien mejor para nosotros. Mi hija quería algo y no le era suficiente tenerme cerca, ella prefería su pedido aunque me tuviera a mí. No seamos así, no seamos como niños caprichosos que piden algo y no se contentan si no lo tienen, sino que sepamos que tenemos un bien mayor a Dios mismo.

La Biblia dice que si Dios nos dio a Su Hijo ¿cómo no nos va a dar con él todas las cosas? (Ro.8:32). Su Hijo es lo más valioso, si ya nos dio lo más valioso, entonces nos puede dar cualquier otra cosa porque le cuesta menos. De modo que si no nos la da es porque no nos conviene y no porque eso sea costoso para Él. Ya nos dio a Su Hijo que es de más valor, tengamos contentamiento y no lloremos cuando nos niegue algo sabiendo que lo tenemos a Él mismo que es de más valor, pero por sobre todo pensemos siempre en que Él está cerca.

Su Omnipotente Amor

Un bebé es muy delicado, son demasiado frágiles. Cuando están recién nacidos debes cargarlos de tal forma que sostengas bien su cuello porque pudiera sufrir un daño fatal si algún movimiento brusco lastimara su cuello. Debes acostarlos de tal forma que no vayan a morir ahogados con un reflujo. Debes colocarles sus vacunas para que ninguna enfermedad los afecte. En fin su vida pareciera tender de un hilo.

Aun más, nosotros los adultos tenemos suficiente fuerza para apagar sus delicadas vidas, pero contrario a eso las usamos como padres para protegerlos y preservarlos. Dios es omnipotente, la Biblia dice que su palabra creó todas las cosas (Gn.1:1ss) y su misma palabra las sostiene (He.1:3) de modo que, si Dios quisiera terminar con nuestras vidas, solo tendría que hablar, no tendría que hacer ningún esfuerzo, pero lo maravilloso es que Dios usa todo ese poder para cuidarnos. Mi hija está en manos de un hombre torpe como yo que en ocasiones la ha lastimado por que se me resbaló, me descuidé, no quité algo peligroso, etc., pero no así Dios; Él tiene todo bajo control, nada se le sale de las manos. Su poder obra todas las cosas para nuestro bien.

El mismo poder que obró en Cristo para resucitarlo de los muertos es el que obra en nosotros sus hijos (Ef.1:19-20), para que ahora vivamos vidas como resucitados, como las nuevas criaturas que somos.

Conclusión

Espero haber añadido un poco más de conocimiento a tu vida para que puedas llevar una piedad verdadera como papá. Te invito a que reflexiones más en otros aspectos que yo pude haber omitido y que veas más a Dios en la crianza de tus hijos.

Escrito por: Jeffrey Álvarez.