orando en la soberanía de Dios


Hay un pensamiento muy popular entre el pueblo cristiano (particularmente los reformados) que busca enfatizar la soberanía de Dios en la oración, pero que la priva de su esencia que es la comunicación sincera con Dios. Tal pensamiento dice así:

“No oramos para cambiar la voluntad de Dios, sino para que nuestro corazón se amolde a Su voluntad”[1].

Como calvinista, estoy totalmente de acuerdo con la primera parte. Es totalmente cierto que nuestra oración nunca cambia la Voluntad divina, Dios no es uno que está tomando decisiones de acuerdo con lo que va sucediendo o le vamos pidiendo. Él decretó desde la eternidad pasada todo lo que le ha sucedido y sucederá y por eso nuestra oración no va a cambiar ese decreto. No obstante, la enseñanza de la Biblia es que Dios ha determinado los fines, pero también los medios. Solo por nombrar un pequeño ejemplo consideremos la elección. Esta doctrina nos enseña que Dios escoge a personas para salvación incondicionalmente desde la eternidad pasada, sin embargo, jamás debemos pensar que porque ya Dios los escogió entonces el evangelismo es innecesario, ¡no! Dios los escogió, pero también determinó que ellos serían salvos por medio de la proclamación del evangelio. Por eso evangelizamos, porque Dios decretó que ese sería el medio para que sus escogidos vengan a la salvación (el fin).

La segunda parte de la anterior oración es con la que no estamos muy de acuerdo “sino para que nuestro corazón se amolde a Su voluntad”. Hay varias razones por las que discrepamos, pero antes de avanzar, debemos precisar que el desacuerdo no es propiamente con la frase, sino con lo que muchos quieren decir al usarla. He tenido la experiencia (o he escuchado de otros) de compartirle a alguien algo por lo que le estoy pidiendo a Dios y esta persona contesta algo como: “ya Dios decretó todo, tú solo ora para que lo que suceda lo puedas aceptar”; “no pidas cosas a Dios, deja que sea lo que Dios quiere” o “tu oración no va a cambiar la voluntad de Dios, más bien ora para que aceptes la Suya”. ¡O estos hermanos están a punto de ser glorificados o tienen una teología defectuosa! Este tipo de teología que enfatiza desmedidamente la soberanía de Dios al punto de que vuelve inútil la oración, es con la que discrepamos en cuanto al uso del pensamiento que estamos tratando.

Lo curioso del asunto es que, aunque hablen así, los puedes oír orando por cosas específicas: por la salud de alguien, por una bendición económica, por algún proyecto, etc. Pero jamás dicen algo como “oh Dios, que nuestros corazones acepten lo que soberanamente has decretado”. Esto me lleva a concluir que en el mejor de los casos la anterior frase se usa y se comparte, solo porque suena bonito y espiritual, pero no porque en verdad lo hagan. No obstante, veamos por qué está mal la segunda parte de ese pensamiento a la luz de la Biblia.

1. Porque sencillamente en ninguna parte de la Biblia se nos manda a orar para amoldar nuestro corazón a la voluntad de Dios, o solo para aceptarla, etc. Por supuesto que debemos orar para aceptar las cosas que Dios permite y permitirá en nuestra vida. Pero como ya se aclaró, lo que muchos quieren decir es que no debemos pedir por cosas, sino solo “esperar” que sea lo que Dios quiera porque Él ya decretó todo.

2. Porque la Biblia nos manda miles de veces a pedir por cosas específicas. Jesús dijo “velad y orad para que no entréis en tentación” (Mt.26:41) lee atentamente el propósito de esa oración “para que no entréis en tentación” no dice algo como “para que aceptéis las tentaciones que vienen como el soberano decreto de Dios”.

En el sermón del monte Jesús dijo “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mt.7:7). Algunos comentaristas dicen que esto se refiere a todo lo dicho anteriormente en el sermón (las bienaventuranzas, ser sal, luz, la ira, el adulterio, etc), otros dicen que se refiere a cualquier cosa en general. Sea lo que sea a lo que se refiere, lo cierto es que hay una respuesta a la oración.

3. Porque la Biblia dice “La oración eficaz del justo puede mucho” (Stg.5:16). Extrañamente este es uno de los versículos que muchos quisieran arrancar de la Biblia porque les parece que mancha la soberanía de Dios. Los tales dirían “no es la oración la que puede, es Dios el que puede”. Basta con volver a leer el versículo y mirar el contexto para entender bien. El versículo siguiente explica el momento en el que Elías siendo un hombre sujeto a pasiones “oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto”. No temamos y creamos que la oración puede mucho. Este es el medio que Dios dejó para cumplir sus fines. “no tenéis lo que deseáis, porque no pedís” nos dice el Espíritu Santo en Stg.4:2

4. Porque Jesús no nos enseñó a orar así ni jamás oró así. Además de los muchos mandamientos a la oración, es muy útil para nuestra disertación prestarle atención al modelo de oración presentado por Jesús llamado el Padre Nuestro y también a Su oración sacerdotal registrada en Jn.17.

a. El Padre Nuestro: En esta oración enseñada por Jesús no se encuentra ni una petición a que nuestro corazón se amolde o acepte la voluntad de Dios, contrario a eso encontramos 6 peticiones por cosas específicas entre las cuales una pide porque en esta tierra se haga la voluntad de Dios, a saber, la voluntad revelada de Dios la cual los hombres pecadores no hacen.

b. La oración sacerdotal en Jn.17: En esta oración Jesús pidió por muchas cosas específicas. Vale la pena leer ese capítulo. A continuación, varias de las peticiones hechas por Jesús:

1) Le pide al Padre que lo glorifique y que le devuelva la gloria que tuvo con Él (v.2, 5). ¿acaso Jesús no sabía que eso iba a suceder? Nota cómo pide aun sabiendo el decreto de Dios.

2) Le pide al Padre que guarde a los discípulos (v.11), que los guarde del mal (v.15), que los santifique en Su verdad (v.17), por la unidad de los discípulos (v.21) y porque estuvieran con Él en la gloria (v.24).

3) Le ruega al Padre por los que habían de creer en Él. Es muy diciente que Jesús siendo Dios en la carne y sabiendo quiénes eran los elegidos, aun así, ore de esta manera.

Todo lo dicho aquí pudiera ser mal interpretado por alguien e irse al extremo contrario de jamás rendir el corazón a la voluntad de Dios. De nuevo aclaro que mi crítica es contra aquellos que ponen a la oración como una herramienta que solo sirve para doblegar el corazón y le quitan el elemento esencial: la comunicación con Dios, el derramar nuestro corazón delante de Él, hablar con Él como un hijo a su Abba, pedirle que nos ayude y que conceda algún anhelo que tengamos.

Sigamos en este mismo punto aprendiendo de Jesús, y pasemos ahora a ver un momento en su vida en que presentó una petición específica, pero que de todas formas estuvo sujeto a la voluntad de Dios. Me refiero a su oración en el huerto de Getsemaní; ahí Jesús explícitamente le pidió al Padre “pasa de mí esta copa” pero antes agregó “si quieres”. ¡cuánta teología tenemos en esta sencilla oración! Debemos pedirle al Padre por las cosas que queremos, pero siempre estar dispuestos a recibir un no por respuesta. Le presentamos nuestras peticiones, pero sabemos que la palabra final la tiene Él.

Si estás pasando por necesidad, necesitas un trabajo y se te presenta una oportunidad, yo creo que una oración que solo diga “Dios haz lo que quieras” sonará muy espiritual, pero en nada sincera. A menos que seas un vago al que no le importe llevar alimento a casa, tal oración es muy sincera, pero si eres un padre preocupado por proveer a los tuyos seguro que no orarás así. Por otro lado, una oración que solo diga “Dios dame ese trabajo” puede llevar al cristiano a frustrarse si no le sale. Creo que una actitud y contenido correcto en la oración sería “Dios, te pido que me des ese trabajo, te ruego, te imploro a ti que tienes el poder para obrar, por favor Señor, si es tu voluntad dámelo, pero si llegas a decir que no, ayúdame Dios a soportar y por favor provéeme lo que necesito”

Hermanos oremos en la soberanía de Dios y no interpretando Su soberanía. Dios nunca nos mandó a descifrar el misterio de Su providencia. Él nos manda a orar, nunca a entender cómo se relaciona su soberanía con nuestra responsabilidad. La soberanía es de Dios, la responsabilidad es nuestra y en esa responsabilidad debemos orar. Aunque Dios es soberano, Él nos manda a orar y promete responder a la oración.

 Finalizo con este último pensamiento del Dr. Sproul que es más bíblico:

La oración no cambia el parecer de Dios, pero la oración sí hace que cosas pasen[2]

SOLI DEO GLORIA

Escrito por: Jeffrey Álvarez.

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[1] Esta expresión creo que es una distorsión de otra que se le atribuye a Martín Lutero la cual dice “La oración no es para cambiar los planes de Dios. Es para confiar y descansar en su soberana voluntad”. Después de leer todo este artículo será claro que con esta frase sí estoy de acuerdo. Oramos para confiar en que Dios nos puede ayudar y responder a nuestras peticiones y así descansar en Él.

[2] R.C. Sproul. ¿Puede la Oración Cambiar las Cosas? (Ligonier, Court: Reformation Trust Publishing. 2009)