La Muerte no es Sinónimo de Glorificación, La Resurrección Sí

 

Glorificación

En los primeros siglos de la iglesia, un gnosticismo incipiente ponía en tela de juicio una glorificación que incluyera el cuerpo físico ya que se consideraba que todo lo material era malo. Este pensamiento dualista se vio más desarrollado en los siguientes años de la iglesia y ha sido siempre rechazado por la iglesia de Cristo.

Sin embargo, es casi un sentir general del pueblo cristiano de nuestro tiempo que una vez que el creyente muere, entonces alcanza un estado de dicha eterna; en otras palabras, como si la muerte fuera la consumación de todas las cosas y el creyente alcanzara su máxima plenitud. Tal pensamiento está errado, ya que el creyente alcanza la dicha completa en la glorificación y no en la muerte. Muerte física no es sinónimo de glorificación; más bien diríamos que resurrección de entre los muertos sí es sinónimo de glorificación; es hasta que recibamos nuevos cuerpos que entonces estaremos en un estado de dicha completa.

Para comprobar lo anterior vale la pena considerar los siguientes textos:

En Ro.8:22-23 Pablo explica que los creyentes se encuentran anhelando no la muerte, sino la redención de sus cuerpos “Porque sabemos que toda la creación gime a una… y no sólo ella, sino que también nosotros… gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”. Es decir, hay un anhelo porque el cuerpo físico sea transformado.

2Co.5:1-5 “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos… gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos”. Pablo explica que ahora tenemos una morada terrestre, tal morada la contrapone con un edificio que tenemos en el cielo, una clara referencia al cuerpo de resurrección. También habla del deseo de ser revestidos, es decir, recibir nuestro nuevo cuerpo y no ser desnudados lo cual expresa bien lo que sucede a la hora de morir cuando el cuerpo se separa del alma, y esta, al estar sin el cuerpo, queda desnuda.

De la obra de Cristo tenemos el mayor testimonio de que la muerte no es el ideal ya que ni siquiera en su obra hecha por nosotros lo fue. Si bien la muerte de Cristo fue crucial para nuestra salvación, dicha obra hubiera quedado incompleta si Él no hubiera resucitado. Demostrando este punto Calvino dice:

Las palaras de Pablo son explícitas cuando dice que Jesucristo murió por nuestras ofensas y resucitó para nuestra justificación (Ro.4:25). Es como si dijera que mediante su muerte se quitó el pecado y mediante su resurrección se instauró la justicia. En efecto, ¿cómo podría habernos librado de la muerte si hubiese sucumbido? ¿Cómo habría conseguido la victoria si hubiese caído en la lucha? Por eso la sustancia de nuestra salvación la comparten la muerte de Cristo y su resurrección.

Y después agrega:

su muerte fue eficaz por medio de la resurrección[1].

Es necesario aclarar que cuando el creyente muere inmediatamente va a la presencia del Señor (2Co.5:6, 8; Fil.1:23). Al momento de morir nuestras almas se van con el Señor y alcanzan un estado de perfección (He.12:23). No obstante, no es realmente un estado de perfección absoluta. Se le llama perfección por el hecho de que no pecan, pero no porque estén glorificadas. No quiero ser mal interpretado, con esto no quiero decir que no sea mejor estar en el cielo ahora, o que la muerte sea lo peor que nos puede pasar. Lo que quiero decir es que la muerte y el estar solo en alma no es el ideal.

Dios nos creó con alma y cuerpo o si se prefiere decir: con una parte material y otra inmaterial, por lo que sería en contra del diseño divino que en un estado de perfección definitiva el alma no se volviera a unir al cuerpo. Leemos en Ap.6:9-11 una descripción de creyentes que han muerto, sus almas están con el Señor, pero que están aún clamando y se les manda a que esperen un poco de tiempo. Esta última es tal vez de las referencias más explícitas de que el alma sin el cuerpo no es el ideal, el verdadero ideal es que el alma se una con un cuerpo transformado en la resurrección de los muertos (o en su defecto, que los creyentes que estén vivos en la venida del Señor sean transformados).

Una cosa más por agregar: Cuando se piensa en cielos nuevos y tierra nueva no tendría ningún sentido andar en calles de oro y mar de cristal como un espíritu que no puede ni palpar ni disfrutar de dicha renovación. Todas las cosas que se contemplan en las Escrituras acerca de la gloria en el estado eterno podrán ser plenamente disfrutadas solo si se tiene un cuerpo físico, de modo que se pueda participar de los deleites que habrá sin la contaminación actual del pecado. Vemos nuevamente en este punto que la consideración de la glorificación sin hablar de resurrección de los muertos (o transformación) es poco plausible.

¿Y cómo será ese cuerpo glorificado?

Para responder a esta pregunta sin duda que nos remitiremos a uno de los textos más explícitos sobre la resurrección: 1Co.15:42-50. De este texto aprendemos varias cosas sobre nuestro cuerpo resucitado:

  • Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción (v.42). Será incorruptible, esto nos hace pensar en que ya no se enfermará más.
  • Se siembra en deshonra, resucitará en gloria (v.43). El nuevo cuerpo será uno que refleje gloria y no bajeza y humillación.
  • Se siembra en debilidad, resucitará en poder (v.43). Será poderoso, es decir tendrá capacidades más allá de las que hoy día tenemos.
  • Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual (v.44) Será espiritual; esto no quiere decir que no será material, más bien quiere decir que será un cuerpo guiado por el Espíritu Santo, en contraposición a la característica pecaminosa de nuestro cuerpo animal actual.

Por último, aclararé que ese cuerpo será uno transformado o renovado y no uno cambiado. Será este mismo cuerpo que tenemos ahora, pero con unas características superiores. Lo más congruente con la antropología bíblica y todo lo que hemos visto hasta ahora, es concluir que, si Dios nos creó con este cuerpo, a Él no le interesa aniquilarlo totalmente, sino más bien redimirlo transformándolo en la resurrección de los muertos.

En conclusión, la muerte no es el fin de todo, la muerte no concluye el drama de redención, ella es solo un suceso más dentro de todas las cosas que hemos de vivir. La esperanza cristiana no es morir, sino tener un cuerpo resucitado que recibiremos cuando el Señor vuelva y nos glorifique. El cristiano debe evitar el pensamiento que dice que la muerte es el ideal, no, realmente es la resurrección de entre los muertos; cuando por fin estemos con nuestro Señor Jesús adorándole con un cuerpo glorificado non posse peccare (no capaz de pecar).

SOLI DEO GLORIA

Escrito por Jeffrey Álvarez.



[1] Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana. II. XVI. 13

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