Hay cristianos sinceros que con frecuencia se equivocan cuando se ponen a buscar la dirección divina. ¿Por qué ocurre esto? Frecuentemente la razón es que la idea que tienen de la naturaleza y el método que emplea Dios para guiar es errónea. Buscan fuegos fatuos; pasan por alto la guía que está al alcance de la mano, y se exponen a toda suerte de decepciones. El error básico está en pensar en la dirección divina como si fuese especialmente un impulso interno que da el Espíritu Santo, desligado de la Palabra escrita. Esta idea, que es tan vieja como los profetas falsos del Antiguo Testamento y tan nueva como el Grupo de Oxford y el Rearme Moral, es un semillero en el que pueden brotar toda clase de fanatismos y necedades.

 ¿Cómo puede haber cristianos serios y conscientes que cometan este error? Parece que lo que ocurre es como si que oyen la palabra "guía" y enseguida piensan en una clase particular de "problemas" que surgen en relación con la dirección divina. Es la clase de problemas relativos a lo que podríamos llamar "decisiones vocacionales", decisiones, vale decir, entre opciones contrarias, todas las cuales aparecen en sí mismas como buenas y aceptables. Ejemplos: ¿Debo pensar en casarme o no? ¿Me convendrá casarme con tal persona o no? ¿Convendrá que procuremos tener otro hijo? ¿Conviene que me haga miembro de tal iglesia, o de tal otra? ¿Debo servir al Señor en mi país natal, o en otra parte? ¿Cuál de las profesiones que se me abren debo elegir? ¿Cuál de los cargos que se me ofrecen en la profesión debo aceptar? ¿Será mi esfera actual aquella donde debo estar? ¿Qué derechos tiene esta persona, o causa, sobre mí, sobre mis energías y mi generosidad? ¿Qué cosas han de tener prioridad respecto a mi tiempo y mi servicio voluntario? ... la lista es interminable.

Naturalmente, en razón de que determinan nuestra vida de manera decisiva, y tienen tanto que ver con nuestra futura alegría o tristeza, dedicamos mucho tiempo a pensar en las "decisiones vocacionales", y es justo que sea así. Pero lo que no está bien es que nos hagamos a la idea de que, en último análisis, todos los problemas relacionados con la dirección divina son de este único tipo. Aquí, al parecer, está la raíz del mal.

Dos aspectos de la dirección divina se destacan en el caso de las "decisiones vocacionales". Ambos surgen de la naturaleza de la situación misma. Primero, estos problemas no pueden ser resueltos mediante la aplicación directa de enseñanzas bíblicas. Todo lo que puede hacerse con la Escritura es circunscribir las posibilidades aceptables entre las que hay que hacer la elección. (Ningún texto bíblico, por ejemplo, le indicó al escritor de estas páginas que debía declarársele a la dama que ahora es su esposa, o que se ordenara, o que comenzase su ministerio en Inglaterra, o que comprase ese enorme automóvil viejo que tiene). Segundo, por el hecho mismo de que la Escritura no puede determinar directamente las elecciones que uno tiene que hacer, el factor del impulso y la inclinación provenientes de Dios se vuelve decisivo. Ese factor hace que uno se incline hacia un conjunto de responsabilidades antes que a otro, y que logre la paz mental al contemplar el resultado de la elección. La base del error que estamos tratando de detectar es suponer, primero, que todos los problemas de dirección divina tienen estas dos características, y, segundo, que la vida toda debiera ser tratada como un campo en el que dicho tipo de dirección o guía ha de buscarse.

Las consecuencias de este error entre cristianos sinceros han sido tanto cómicas como trágicas. La idea de una vida en la que la voz interior decide y dirige todo suena muy atractiva, por cuanto parecería exaltar el ministerio del Espíritu Santo y prometer la mayor intimidad con Dios; pero en la práctica esta búsqueda de la súper-espiritualidad lleva sencillamente a la confusión o a la locura. Hennah Whitall Smith (esposa de R. Pearsall Smith), una mujer cuáquera de gran inteligencia y sentido común, tuvo ocasión de ver mucho de esto y escribió sobre el tema en forma muy ilustrativa en sus "trabajos sobre el fanatismo".[1] Cuenta allí de la mujer que todas las mañanas, luego de haber consagrado el día al Señor en el momento de despertarse, "le preguntaba entonces si debía levantarse o no", y no se movía hasta que la "voz" le decía que se vistiese. "A medida que se ponía cada prenda le preguntaba al Señor si debía ponérsela, y con mucha frecuencia el Señor le decía que se calzara el zapato derecho pero no el otro; algunas veces debía ponerse ambas medias pero no los zapatos; otras veces los dos zapatos pero no las medias; y lo mismo ocurría con las demás prendas de vestir ... ".

Estaba luego la inválida que, en una ocasión en que la dueña de casa la visitó y por olvido dejó el dinero sobre la cómoda, le vino "una impresión ... de que el Señor quería que tomase dicho dinero con el fin de ejemplificar la verdad del texto que dice 'todo es   vuestro'", lo cual hizo, escondiéndolo bajo la almohada, y mintió cuando la dueña volvió a buscarlo; pero eventualmente fue echada de la casa por ladrona. También leemos allí de una "dama refinada y sencilla de edad madura" que explicaba que "ha habido ocasiones en que, con el fin de ayudar a algunos amigos a recibir el bautismo del Espíritu Santo, me he sentido claramente guiada por el Señor a hacer que se metieran en la cama conmigo y nos acostáramos de espaldas sin ninguna prenda que nos separase".[2]

Estos relatos patéticos son tristemente típicos de lo que ocurre cuando se ha cometido el error básico en relación con la dirección divina. Lo que nos muestra este tipo de conducta es la falta de comprensión de que el modo fundamental por el que nuestro Creador racional guía a sus criaturas es mediante la comprensión y la aplicación racionales de su Palabra escrita. Esta manera de guiar es fundamental, tanto porque limita el área dentro de la cual se requiere y se da la guía "vocacional", como porque sólo los que se han hecho receptivos a ella, de modo que sus actitudes básicas sean las correctas, pueden estar en condiciones de reconocer dicha guía "vocacional" cuando aparece.

En su aceptación precipitada de los impulsos no racionales y no morales como si procedieran del Espíritu Santo, los casos que menciona la autora de referencia estaban olvidando que el vestir decente y modesto, el respeto por la propiedad ajena, y el reconocimiento de que la sensualidad no es espiritual, habían ya sido motivo de dictamen escritural (I Tim. 2:9; I Pedo 4: 15; Efe. 4: 19-22). Pero la forma verdadera de honrar al Espíritu Santo como nuestro guía es honrar las Sagradas Escrituras de las que se vale para guiamos. La guía fundamental que nos da Dios para moldear nuestra vida, es decir, el inculcar las convicciones, actitudes, ideales, y valorizaciones básicas, en términos de las cuales hemos de vivir, no es cuestión de impulsos internos aparte de la Palabra, sino de la presión que sobre la conciencia ejerce la representación del carácter y la voluntad de Dios en la Palabra, para cuya comprensión y aplicación ilumina el Espíritu.

La forma básica que toma la guía divina, por lo tanto, es la presentación a nuestra consideración de ideales positivos como líneas de conducta para todos los aspectos de la vida. "Sed vosotros el tipo de persona que era Jesús"; "buscad esa virtud, y aquella, y la siguiente, y practicadlas hasta sus últimas consecuencias"; "conoced vuestras posibilidades: los esposos para con sus mujeres, las esposas para con sus maridos; los padres para con sus hijos; y todos para con todos los hermanos en la fe de Jesucristo y para con todos los hombres; conocedlas, y procurad constantemente tener las fuerzas necesarias para cumplidas" -así es como Dios nos guía por medio de la Biblia, los Proverbios, y los profetas, el Sermón del Monte, y las porciones éticas de las epístolas. "Apártate del mal, y haz el bien" (Sal. 34: 14; 37:27), este es el camino real por el que la Biblia quiere guiamos, y todas sus admoniciones están encaminadas a lograr que permanezcamos en Él. Téngase presente que la referencia a ser "guiados por el Espíritu" en Romanos 8:14 se refiere a la mortificación del pecado conocido y a no vivir según la carne, y no a cuestiones de "voces interiores" o experiencias semejantes.

Sólo dentro de los límites de este tipo de guía ha de impulsamos Dios interiormente en asuntos de decisión "vocacional". De modo que no corresponde esperar jamás que hayamos de ser guiados a casamos con un incrédulo, o a fugamos con una persona casada, mientras existan 1ª Cor.7:39 y el séptimo mandamiento. El que escribe ha conocido casos en que se ha invocado la dirección divina para ambos cursos de acción. No cabe duda de que existían inclinaciones internas, pero con toda seguridad que no provenían del Espíritu de Dios, porque iban contra la Palabra. El Espíritu guía dentro de los límites que fija la Palabra, y no más allá. "Me guiará por sendas de justicia", y sólo por ellas.

Tomado de: J.I Packer, El Conocimiento del Dios Santo. Traducido por Madeline Diaz (Miami, Florida: Vida, 2006), Pág. 302-307

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SOLI DEO GLORIA



[1] Publicados póstumamente por Ray Strachey, primero como Religiotis Fanaticism Fanatismo religioso, 1928, luego como Group Movements of the Past and Experiments in Guidance / Movimientos de grupos y experiencias en la dirección divina, 1934

[2] Group Movements, pp. 184, 198,245