La tierra de Canaán es muy importante dentro del propósito de Dios. Que Israel entrara en la tierra prometida era un evento que representaría la fidelidad de Dios en el cumplimiento de sus promesas. Al llegar al Nuevo Testamento, Canaán pareciera haber perdido la centralidad que tenía en el Antiguo Testamento, o por lo menos, que pasara de tener un énfasis material y terrenal a uno espiritual y celestial, sin embargo, al seguir leyendo, se puede apreciar que el énfasis terrenal no es abandonado totalmente en las Escrituras, sino que la tierra de Canaán se presenta como una esperanza para el creyente de hoy día, se hace necesario entonces entender ¿Qué significado escatológico tenía la tierra de Canaán para los cristianos? Demostraré que la Canaán que le fue prometida a Abraham no era un fin en sí misma (en Palestina), sino que apuntaba a realidades escatológicas que tienen un cumplimiento parcial en la iglesia y uno completo en los cielos nuevos y tierra nueva.

I.  La Canaán que Abraham estaba esperando.

Entre las muchas promesas de la tierra prometida se explica que la tierra de Canaán sería dada a Abraham y a su descendencia para siempre (Gn.13:15). Dos cosas a notar de este texto. Primero, como señala Jeffrey Johnson “la promesa no es que Dios le daría la tierra a Abraham vicariamente por medio de sus hijos, sino que Dios se la daría tanto a Abraham como a los hijos de Abraham para que la disfrutaran”,[1] pero es claro al testimonio de las Escrituras que él no recibió nada. Lo segundo que hay que señalar es que la tierra la heredarían para siempre y no temporalmente, cuando sea que Abraham heredara la tierra, nunca se la quitarían, [2] sino que la tendría por heredad perpetua (17:18).

En He.11:9-10, 13.16 se dice que Abraham (junto con su hijo Isaac y nieto Jacob) estuvo en la tierra prometida, pero que en esa tierra habitó como extranjero porque tenía puesto los ojos en la ciudad que tiene fundamento, ellos[3] tenían los ojos puestos en una patria de carácter celestial (He.11:13-16). Contrario a los extremos dualismos de los hermanos dispensacionales este texto dice que esperaban no una patria terrenal, sino celestial.

Se hace necesario identificar cuál ciudad es esta, que es celestial, que tiene fundamento y cuyo arquitecto y constructor es Dios (v.10). Un texto que usa prácticamente el mismo lenguaje descrito aquí y que da el nombre de la ciudad es He.12:22. Aquí se dice que la ciudad es Jerusalén, que es celestial, en la que Cristo es el fundamento y del Dios vivo cf. Gá.4:26.

Aún más, Ro.4:13 dice que Abraham recibió “la promesa de que sería heredero del mundo” (Ro.4:13) no solo de un pedazo. La escatología de Abraham era muy primigenia, lo que él sabía era muy poco, pero cierto es que, la Canaán que Abraham esperaba, no se limitaba solo a un pedazo de tierra en el cual criar ganado y sembrar trigo. Él esperaba una realización mayor en Canaán.  Jeffrey Johnson agrega:

Aunque Abraham, por la fe, buscaba una ciudad celestial, lo que buscaba era el mundo que Dios había prometido darle (Ro.4:13). No solo se le prometió la tierra por la que caminaba, también se le prometió todo {lo que quedaba} al norte, al sur, al este y al oeste como una herencia eterna (Gen.13:14-15). De este modo, parecería que la ciudad celestial y eterna que Abraham esperaba heredar iba a estar ubicada un día en la Tierra.[4]

II.  Canaán cumplida parcialmente en la Iglesia

A.  En perspectiva del Reposo (He.3:6-4:13)

El equipamiento del “reposo” con “Canaán” es obvio en este pasaje. La identificación que el N.T hace es suficiente, sin embargo, esta identificación del reposo con Canaán no era ajena en la mente de los israelitas en el Antiguo Testamento (cf. Jos.1:13, 15; 21:43.44; 22:4; 23:1), de manera expresa estos textos dicen que al entrar en la tierra prometida ellos reposaron. 

Paradójicamente He.4:8 dice “porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría de otro día” dando a entender que Canaán no era el verdadero reposo. Así que, Canaán, como un reposo apuntaba a algo más. Seguido a esto, el 4:3 dice que “los que hemos creído entramos en el reposo”, es decir que los creyentes cuando somos unidos a Cristo y hacemos parte de la iglesia ya estamos en el reposo (Canaán espiritual). Aún más, el 4:9 dice que “queda un reposo para el pueblo de Dios” y el v.11 anima a entrar en ese reposo. Todo esto quiere decir que Canaán como un reposo apuntaba a algo mayor, un reposo verdadero, que ya se disfruta en la iglesia, pero que todavía falta por alcanzar perfectamente.

B. En perspectiva de la Nueva Jerusalén

En Gá.4:21-26 el apóstol Pablo usa una alegoría[5] en la que relaciona al monte Sinaí con la “Jerusalén actual” para decir que ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. Por el contrario, la “Jerusalén de arriba” es la madre de todos los creyentes y es libre. “una Jerusalén celeste hacia la cual se dirige todo el movimiento ascendente de la vida cristiana y de la historia humana. Se produce así una cierta devaluación de la Jerusalén histórica”.[6]

El punto aquí es que ahora la Iglesia es la Jerusalén verdadera; la misma que se describe en Ap.21:9, Kistemaker afirma “La Jerusalén que desciende del cielo a la tierra es la iglesia del Señor Jesucristo, que ahora desciende en una visión y que, llegado el momento, lo hará de hecho”.[7]  Es aquí donde los creyentes hallan reposo.

Nosotros los cristianos somos hijos espirituales de Abraham (Gá.3:29). Así que, contrario a los dispensacionalistas, decir que los cristianos heredarán la Canaán espiritual que es la Iglesia no es espiritualizar las cosas, sino ponerse en consonancia con las promesas bíblicas.

No se debe perder de vista que Abraham mismo (y no solo su descendencia) debía heredar la tierra. Así que, se hace necesario precisar el cumplimiento de la tierra para el patriarca Abraham (el cual no es completo en esta era); una tierra de carácter espiritual sí, pero no en contraste con algo físico, lo cual se cumplirá en la eternidad, en los cielos nuevos y tierra nueva.

III. Canaán cumplida completamente en los cielos nuevos y tierra nueva

Las palabras de Sam Storms son apropiadas aquí:

La promesa profética del Antiguo Testamento del gobierno de Dios sobre su pueblo en la tierra se cumplirá en la nueva tierra, que inaugura el estado eterno. Según esta opinión, la promesa del Antiguo Testamento de un reinado mesiánico entre el pueblo de Dios en la tierra se cumplirá literalmente. Sin embargo, se cumplirá, no en la presente tierra no redimida, sino en la nueva tierra descrita en Apocalipsis 21–22[8]

Canaán realizada completamente en los cielos nuevos y tierra nueva no es algo extraño a la teología bíblica del Antiguo Testamento. El Señor creó a Adán y Eva y los puso en el huerto del Edén para que lo labraran y lo guardasen. Dios le prometió a Noé que preservaría la Tierra, y ahora con Abraham le promete una tierra, así que es evidente el interés que Dios tiene en que su pueblo tenga una tierra. Sería extraño a la teología bíblica que el propósito de Dios fuera que el hombre viviera en un lugar etéreo y ajeno a esta Tierra. “Los mansos heredaremos la Tierra” (Mt.5:5).

De hecho, hay algunas veces en que a Canaán se le describe con términos relacionados al huerto de Edén y el Paraíso:

  • Gén.13:10: “Y alzó Lot sus ojos, y vio toda la llanura del Jordán, que toda ella era de riego, como el huerto de Jehová.
  • Isa 51:3: Ciertamente consolará Jehová a Sion; consolará todas sus soledades, y cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto de Jehová.

Ya se ha dicho que la nueva Jerusalén está arriba. Todos los creyentes van inmediatamente a la presencia del Señor cuando mueren, esto quiere decir que la nueva Jerusalén está en el cielo, dicho en palabras de Sam Waldron 

El cielo es la ciudad de Dios”.[9] “El cielo no es simplemente cualquier ciudad. ¡Es Jerusalén! la capital bíblica de la tierra prometida, Canaán (He.11:16)”.[10] 

Pensar en la nueva Jerusalén es (escatológicamente hablando) pensar en el cielo. La esperanza cristiana está anclada al Cielo, se dice que nuestra ciudadanía está en los cielos (Fil.3:20), que pongamos la mira en las cosas de arriba (Col.3:1) y que nuestro Cristo entró como nuestro precursor al cielo (He.6:20). Este cielo, en donde mora la iglesia triunfante, será la Jerusalén que descenderá como se describe en Apocalipsis y se unirá con la Tierra renovada.

Johnson explica que en el estado eterno de gloria, 

El Cielo y la Tierra estarán perfectamente unidos bajo el reinado de Cristo”.[11] Y “Dios hará que el Cielo y la Tierra sean uno solo cuando éste presente “siglo” malo llegue a su fin.[12] 

Cuando esto ocurra, y los cristianos lleguen al estado eterno, disfrutarán del goce perfecto en la tierra prometida, la misma Canaán celestial que le fue prometida a nuestro Padre Abraham y en la que él tenía puestos los ojos.

Conclusión

Los amilenaristas no espiritualizamos estas promesas como se nos acusa. La discusión aquí no es si la promesa de la Tierra Prometida se cumple de manera literal o espiritual; cuando la discusión se centra en eso se está perdiendo el norte; la discusión realmente es si el cumplimiento de la tierra era temporal (en una Jerusalén literal en medio oriente por mil años) o eterna (en los nuevos cielos y nueva Tierra).

Canaán haya su propósito en los Cielos nuevos y Tierra nueva, pero en esta etapa de la historia de la redención, se vive en una tensión entre el ya, pero todavía no, es por eso que la iglesia ya es un cumplimiento de Canaán en la que los creyentes hallan reposo en la Nueva Jerusalén, pero todavía no han entrado al verdadero reposo cuando la Nueva Jerusalén descienda a la Tierra y todos los hijos espirituales de Abraham, junto con él, finalmente gocen de la Tierra que se les prometió.

Soli Deo Gloria.

Escrito por: Jeffrey Álvarez


[1] Jeffrey Johnson, Los Cinco Puntos del Amilenarismo, trad. de Luis J. Torrealba (Santo Domingo, Ecuador: Legado Bautista Confesional, 2020), 80.

[2] Johnson, Cinco Puntos, 81.

[3] El “todos estos” del versículo 13 es una referencia a los patriarcas y no a los personajes previos a Abraham. Primero porque las promesas comenzaron con Abraham (Hch.7:17; Ro.4:13) y segundo, porque Enoc no murió como se dice en el texto.

[4] Jeffrey, Cinco Puntos, 79.

[5] Se usa esta palabra porque es la que usa la traducción RVR60, el presente ensayo no pretende aclarar el uso de este término porque no es necesario.

[6] A. Álvarez Valdés, “Jerusalén, Nueva”, en Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia, ed. Alfonso Ropero (Villadecavalls, España: Clie, 2013), 1328.

[7] Simon Kistemaker, Comentario al Nuevo Testamento: Apocalipsis, trad. de José María Blanch (Grand Rapids, Michigan: Libros Desafío, 2004), 477.

[8] Sam Storm, Venga tu Reino: Propuesta Amilenial, traducido por Jorge Ostos (Salem, Oregón: Publicaciones Kerigma, 2018), 256.

[9] Samuel Waldron, El Fin de los Tiempos: Una Explicación para Todos: Una Escatología Sencilla Basada en el Evangelio, trad. de David Rivero (Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2008), 134.

[10] Waldron, El fin de los Tiempos, 135.

[11] Jeffrey, Cinco Puntos, 85.

[12] Jeffrey, Cinco Puntos, 109.