La carta a los Efesios en el cap.2 desde el 11-22 contiene uno de los textos clave para explicar la unidad que existe entre la iglesia de los enunciados dispensacionalistas que separan a estos dos pueblos y proponen incluso dos propósitos distintos para cada uno. [1]  


La Iglesia está compuesta por gentiles, pero solo en cuanto a la carne

En el v.11, Pablo, refiriéndose a la iglesia de Éfeso que por supuesto era gentil, les dice “acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles[2] en cuanto a la carne”. Es necesario detenerse a analizar bien esto. ¿Por qué hace Pablo la precisión de que son gentiles en cuanto a la carne? En otra parte, Pablo refiriéndose a una iglesia gentil les dice: “cuando erais gentiles” (1Co.12:2), según el lenguaje de este último pasaje, los gentiles de Corinto ya no eran más gentiles, de hecho, ni siquiera se les llama cristianos gentiles,[3] ¿por qué lo dejaron de ser y en qué se convirtieron? Pablo hace lo que parece ser una distinción entre gentiles en cuanto a la carne y gentiles espirituales, los cuales pueden ser catalogados como “judíos en cuanto al Espíritu”. Para ver si es posible otra de estas categorías obsérvense los siguientes textos.

En 1Co.10:18 Pablo habla del Israel “según la carne”, nuevamente aparece una peculiar distinción. En Ro.9:3 Pablo aclara que los judíos incrédulos son sus hermanos, pero solo en cuanto a la carne. Puesto que, en la Biblia, la carne suele estar en contraposición al Espíritu (Gá.5:16), es bastante obvio que la designación “judíos en cuanto a la carne” de los anteriores pasajes debe estar en contraposición de “judíos en cuanto al Espíritu”. George Ladd bien afirma “Pablo distingue claramente entre el Israel empírico y el Israel espiritual: entre el pueblo como un todo y el remanente fiel”.[4]

Es seguro afirmar que los judíos incrédulos no son hermanos de Pablo en cuanto al Espíritu ya que ellos no son creyentes; solo los judíos que creen en Cristo son parte del Israel espiritual y por implicación, los “gentiles en cuanto a la carne” es un término que busca precisar que ellos no son judíos solo en asuntos de la carne puesto que no son de ascendencia judía, pero que en asuntos espirituales sí lo son. Dicho de otra forma, todo gentil en cuanto a la carne que cree en Cristo viene a ser parte del Israel en cuanto al Espíritu (o Israel espiritual), ¿por qué? Porque creen en el mismo Cristo que de ambos pueblos hizo uno (Ef..2:14). Waldron bien dice “la frase ‘en la carne’ sugiere que según (o en cuanto a) el Espíritu no eran gentiles, sino judíos o israelitas”.[5]

En resumen, cuando Pablo introduce la categoría de gentiles en cuanto a la carne del v.11, infiere que ellos, pese a que en su carne siguen siendo gentiles porque nacieron por fuera de Israel, no obstante, espiritualmente son judíos.


La iglesia es participante de la ciudadanía de Israel

En el v.12 Pablo nombra algunas cosas que los gentiles sin Cristo no tenían pero que gracias a Su obra han sido hechos cercanos. Sam Waldron explica que: “el ‘hacer cercanos’ del versículo 13 se debe definir en los mismos términos de separación y exclusión del versículo 12… las bendiciones mencionadas en el versículo 12 son aquello a lo que los gentiles han sido acercados”.[6]  Si obviamente los gentiles ahora gozan de esperanza y de un Dios en el mundo, ¿por qué no habrían de gozar también de “la ciudadanía de Israel”?

Un poco más adelante, el v.19 retoma esto y de manera conclusiva dice “así que ya no soy más extranjeros (es decir, personas foráneas que momentáneamente visitan otra nación) ni advenedizos (es decir, personas foráneas que se radican en otra nación y se benefician) sino conciudadanos de los santos (es decir, alguien que tiene los mismos derechos y honores de un natural). La palabra conciudadanos [gr. συμπολίτης] comparte la misma raíz etimológica de la palabra ciudadanía [gr. πολιτεία] del v.12.  la raíz πολίτης se refiere, según el Diccionario Kittle, “al que participa en la πολίς [ciudad], e.d. el “ciudadano”, con todos los respectivos privilegios activos y pasivos”.[7]

Pensar que son israelitas solo aquellos que nacen en Israel es no atender al vocabulario bíblico que dice “no todos los que descienden de Israel son israelitas” (Ro.9:6). Los gentiles que creen en Cristo vienen a hacer parte de esta ciudadanía en cumplimiento de las promesas, por el contrario, los judíos que rechazan a Cristo se privan de ellas. Calvino dice: “Todas las promesas que han sido dadas a los judíos, estaban fundadas en Jesucristo. Y así, aquellos que no pertenecen a su cuerpo, están asimismo privados de todas las promesas de Dios”.[8] En cambio, los cristianos, por su unión con Cristo son conciudadanos de los santos (los únicos que siempre han existido y conforman el pueblo de Dios) y miembros de la familia de Dios.

El contexto obliga a concluir que la única ciudadanía a la que pertenecen los gentiles es a la de Israel. Waldron agrega: “Los judíos y los gentiles están unidos como conciudadanos del ‘nuevo’ Israel… judíos y gentiles están unidos no en una iglesia sin relación con Israel, sino en el Nuevo Israel”.[9]



[1] Charles Ryrie, Dispensacionalismo, Hoy, trad. de Evis Carballosa (Barcelona, ES: Publicaciones Portavoz Evangélico, 1974), 83.

[2] “Gentil” era un término peyorativo que usaban los judíos para referirse a todo aquel que no era judío y por tanto, excluido del pueblo de Dios.

[3] Samuel Waldron, Más del fin de los Tiempos, Otra Explicación para Todos, trad. de Alaín J. Torres Hernández (Santo Domingo, EC: Legado Bautista Confesional, 2020), 147.

[4] George E. Ladd, Teología del Nuevo Testamento, trad. de José María Blanch y Dorcas Gonzáles Bataller (Barcelona, ES: Clie, 2002), 707.

[5] Waldron, Más del Fin, 152.

[6] Samuel Waldron, EL Fin de los Tiempos: Una Explicación para Todos: Una Escatología Sencilla Basada en el Evangelio, trad. de David Rivero (Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2008) 173.

[7] Gerhard Kittel y Gerhard Friedrich, Compendio del Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, ed. Alejandro Pimentel, trad. de Carlos Alonso Vargas y el equipo de la Comunidad Kairós de Buenos Aires, Argentina (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2002), 884.

[8] Juan Calvino, Sermones sobre Efesios, 2.ª ed., trad. de Jorge Luis Ortiz (Moral de Calatrava, ES: Peregrino, 2011), 208.

[9] Waldron, El Fin de los Tiempos, 174.