Sin duda que estudiar el eterno engendramiento del Hijo es algo complejo, que envuelve misterio. Este es un terreno en el que debemos caminar con cautela, así que, hay que asegurarnos de que al decir cualquier cosa haya siempre un sustento bíblico.
I. El Engendramiento en las Escrituras
En las Escrituras a Cristo se le llama “Unigénito” (Jn.1:14, 18; 3:16) esta palabra viene del griego monogenés que simplemente traduce “único nacido”. Este término es también usado para referirse al hijo de la viuda de Naín (Luc.7:12), la hija de Jairo (Luc.8:42), el hijo endemoniado (Luc.9:38) e Isaac (He.11:17). Ahora bien, que se use este término en cuanto a Isaac implica un significado teológico y más amplio que el que se puede derivar de la mera etimología; esto porque es bien sabido que Isaac no fue el único hijo de Abraham, él también tuvo a Ismael y muchos otros con Cetura (Gn.25:1ss). En otras palabras, monogenés no obliga a pensar cuantitativamente. Kittel explica: “En palabras compuestas con γενής [genés], los adverbios describen la naturaleza y no la fuente de la derivación. Más generalmente significa «singular» o «incomparable»”.[1] Así que “unigénito” está refiriéndose a la cualidad y no a la cantidad.
Decir que Cristo es el Unigénito es lo mismo que decir que es engendrado
(1Jn.5:18). En el español, esta terminología puede implicar en la mente de los
oyentes, un inicio; y ser rechazado por parecer que Jesús fue creado. Sin
embargo, es útil analizar que solamente Juan se refiere a Jesucristo por estos
términos. Esto es importante puesto que es el apóstol Juan quien por excelencia
presenta la eternidad del Hijo de Dios. Desde la primera línea de su evangelio
afirma la eternidad del Logos que estaba con Dios y era Dios; y solo 14
versículos después dice que ese Logos es el Unigénito cuando afirma que el
Verbo se hizo carne “y vimos su gloria como del Unigénito del Padre”. Juan no
ve una posible contradicción de términos, ¿por qué? Porque para él el término
se refiere a la cualidad distintiva de Cristo como Hijo de Dios y su divinidad.
No hay otro Hijo como él, solo Cristo es la Imagen misma de su sustancia
(He.1:3), solo Cristo puede dar a conocer[2]
al Padre.
En resumen, el término
monogenés hace referencia a algo que es único
en su clase y diferente a todo lo creado, de ahí que Evis Carballosa
pueda afirmar que monogenés enseña que “Jesús es Hijo de Dios en un sentido en
que ningún otro ser puede serlo. Cristo, como Hijo de
Dios, es de la misma sustancia que el Padre e igual al Padre en poder y gloria”.[3]
II. El Hijo es Hijo antes de la encarnación
Habiendo afirmado que como Hijo engendrado Él es igual al Padre es
necesario afirmar que esta relación de Padre Hijo no empieza en la encarnación
como algunos herejes los hacen ver. De hecho, esta era una de las posturas que sostenía
Miguel Servet y que Calvino atacaba apoyándose en el engendramiento eterno del
Hijo.[4]
En Ro.1:3-4 Pablo explica que Cristo nació de la simiente de David “en
cuanto a la carne”, es decir, su naturaleza humana. Sin embargo, en lo que
concierne a Su origen divino, Pablo dice que Jesús fue “declarado Hijo de Dios”,
nótese que Jesús no fue hecho Hijo de Dios, sino declarado.[5]
En Jn.1:1 la partícula “con” denota compañía. Este texto claramente
presenta que había una distinción entre el Verbo y Dios desde la eternidad;
llegado un punto ese Verbo se encarnó, pero el Verbo ya existía. Calvino razona
en que, si se afirma que Jesús es Hijo de Dios solo a la luz de la encarnación,
la consecuencia lógica es que el Verbo, quien es Dios, inició su ser al
encarnarse lo cual es absurdo. [6]
De los textos más dicientes y con el que la discusión debería cerrar es
Mi.5:2, dice: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de
Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde
el principio, desde los días de la eternidad. Aunque en un momento habría
de salir (nacer) el Señor de Israel, no obstante, su salida era desde la
eternidad, su nacimiento no marcaba su inicio. El no se volvió Hijo cuando vino
a cumplir su ministerio terrenal, como Berkhof concluye: “Jesucristo se
presenta en la Escritura como el Hijo de Dios, sin tomar en cuenta su posición
y oficio de mediador”.[7]
III. Las Propiedades del Padre y del Hijo
En la teología se hace bien al hablar de las propiedades de cada una de
las personas de la Trinidad. Esto se refiere a la característica distintiva de
cada persona que lo hace ser la persona que es y lo diferencia de las otras. B.B.
Warfield afirma lo siguiente: “Mat.28:18 con impresionante majestad afirma de
un solo nombre y luego pone énfasis en la distinción de cada uno de ellos
introduciéndolos por turno con el artículo [definido] repetido”.[8]
Si se hacen las preguntas ¿por
qué el Hijo es Hijo? ¿por qué el Padre es Padre? Y ¿Por qué el Espíritu es el
Espíritu? Se está buscando una consideración de la propiedad particular de cada
uno. ¿Por qué el Hijo no puede ser el Padre? ¿Por qué murió el Hijo y no el
Espíritu Santo? ¿acaso hay algo particular en cada uno que le hace desempeñar cierta
función en el seno de la Trinidad? La respuesta es que sí, y esto se debe a la
propiedad que cada uno tiene que hace que el Padre sea Padre y no Hijo; y al
Hijo ser Hijo y no Padre. Como dice Agustín:
En cuanto a la
sustancia, el Hijo es lo que es el Padre; pero no en cuanto a la relación del
uno con el otro. Atendiendo a sí mismo, se le dice Dios. Atendiendo a su relación
con el Padre, se le dice Hijo. Insisto: el Padre, con relación a sí mismo, se
llama Dios. Con relación al Hijo, se llama Padre.[9]
Ahora bien, para entender particularmente por qué el Hijo es Hijo no
hace falta más que atender a lo que ya se explicó, Él es engendrado, Agustín
dice: “Uno es hijo porque ha sido engendrado, y porque fue engendrado es
hijo”.[10] Fue el Hijo y no el Padre quien fue
Engendrado. Y fue el Padre y no el Hijo el que engendró.
Todo Esto conlleva necesariamente a entender una
distinción en el ser de Dios. Si se compara al Padre con el Hijo cada uno se
distingue;[11] Al
respecto Calvino dice: “Si el Verbo fuese simplemente Dios y no tuviese
algo particular exclusivamente suyo, Juan se habría expresado mal al decir que
el Verbo estaba con Dios, porque al añadir que es Dios se refiere a la esencia
única”.[12]
Téngase claro solo que estos
términos son para distinguirlos y no para dividir la esencia de Dios la cual es
única e indivisible.
Que el Hijo Unigénito sea
engendrado antes de la encarnación, obliga a la afirmación necesaria del eterno
engendramiento. No se puede afirmar una temporalidad en dicho acto puesto que
el que fue engendrado se dice que es Dios (Jn.1:1) y Dios no puede tener un
inicio. Como bien afirma el diccionario Vine “El engendramiento no es un evento
temporal, por muy remoto que se quiera, sino un hecho independiente del tiempo.
El Cristo no «vino a ser», sino que necesaria y eternamente «es» el Hijo”.[13]
Las relaciones de Padre Hijo (y también Espíritu Santo) son eternas y no algo
que ocurrió en el tiempo.[14]
En resumen, la propiedad del Hijo es ser eternamente engendrado.[15]
IV. El Engendramiento en los Concilios
Los Padres de la Iglesia
insistieron en que la generación no debe concebirse al modo que pasa en las
criaturas físicas, sino que debe reconocerse como espiritual y divina,
excluyendo toda idea de división o cambio.[16]
En medio de una gran controversia
con grupos que afirmaban que el Hijo no era una persona divina (arrianismo) y
otros que afirmaban que era un modo distinto de Dios (sabelianismo), el
concilio de Nicea afirmó lo siguiente en cuanto a Cristo: “[creemos] en un
Señor Jesucristo, Hijo de Dios, engendrado del Padre, el unigénito; es decir,
de la esencia del Padre”.[17]
Esto deja ver que fue la doctrina del engendramiento la que precisamente fue
usada para demostrar la Trinidad y la divinidad del Hijo, incluso en contra de
cualquier confusión que el término en sí pudiera generar.
Cuando la controversia arriana
continuó y tomó otras aristas, fue necesario hacer el concilio de
Constantinopla (381 d.C.) el cual ratificó lo dicho por Nicea, pero agregó
“antes de todos los siglos” después de “engendrado del Padre”, con la intención
de acentuar que el engendramiento era eterno y enfatizando así la divinidad del
Hijo.[18]
El Credo de Calcedonia (451 d.C.)
fue uno que en especial se encargó de defender la doble naturaleza de Cristo; en
este credo versa lo siguiente:
[Jesucristo] engendrado del Padre antes de todas las edades, de acuerdo a la Deidad; y… nacido de la virgen María de acuerdo a la Humanidad; uno y el mismo, Cristo, Hijo, Señor, Unigénito…. Uno y el mismo Hijo, Unigénito, Dios, la Palabra, el Señor Jesucristo.[19]
Los autores de este
credo nuevamente confesaron el engendramiento del Hijo agregando el hecho de
que es la Deidad y no la Humanidad la que fue engendrada. Y dos veces usa el
término Unigénito equiparado a títulos que describen la divinidad de Jesucristo.
Sobre el siglo IV se escribió lo que se conoce como el credo de Atanasio el cual afirma las propiedades de cada persona de la divinidad diciendo: “el Padre no es creado ni engendrado; El Hijo es el único del Padre, no hecho, ni creado, pero engendrado”[20]. Este credo claramente enseña que la propiedad de engendrado es algo que solo le pertenece al Hijo y la de engendrador al Padre y de ahí concluye “por lo tanto, existe un Padre, no tres Padres, un Hijo, no tres Hijos…”.[21]
[1] Gerhard
Kittel y Gerhard Friedrich, Compendio del Diccionario Teológico del Nuevo
Testamento, ed. Alejandro Pimentel, trad. de Carlos Alonso Vargas, el
equipo de la Comunidad Kairós en Buenos Aires, Argentina (Grand Rapids, MI:
Libros Desafío, 2002), 595.
[2] Del
griego exegéomai de donde se deriva la palabra “exégesis”, Cristo es
quien hace exégesis del Padre.
[3] Evis Carballosa, La Deidad de
Cristo (Grand Rapids, MI: Portavoz, 1982), 95.
[4]
Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, trad. de Juan Carlos
Martín (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2012) 96.
[5]
Carballosa, La Deidad de Cristo, 98.
[6] Calvino, Institución, 392.
[7] L.
Berkhof, Teología Sistemática, trad. Felipe Delgado Cortés (Grand
Rapids, MI: Libros Desafío, 2009), 107.
[8]
B.B. Warfield, Estudios Bíblicos y Teológicos, (Barcelona, ES: Clie, 1991),
50.
[9] Agustín,
“Comentario a los Salmos,” Sant Agostino, https://www.augustinus.it/spagnolo/esposizioni_salmi/esposizione_salmo_085_testo.htm,
último acceso 20 de octubre de 2021. Comentando el Salmo 68:5
[10] Agustín,
“La Trinidad.”
[11] Calvino, Institución, 80.
[12] Calvino, Institución, 80.
[13]
Diccionario Vine NT, “Monogenes”. e-Sword. 2009.
[14] Grudem, Teología Sistemática,
259.
[15]
Berkhof, Teología Sistemática, 108.
[16]
Berkhof, Teología Sistemática, 100.
[17] Esta
es la primera versión del credo Niceno antes de su actualización en el credo de
Constantinopla (381 d.C.). Tomado
de Wayne Grudem, Teología Sistemática. 253.
[18] Grudem, Teología Sistemática,
253.
[19] Credo de Calcedonia.
[20] Credo Atanasiano.
[21] Credo Atanasiano.
0 Comentarios
Tus comentarios son muy importantes para nosotros.